Las redes sociales conviven en un espacio muy competitivo: las conversaciones entre personas. Pese a ofrecer prestaciones diferenciadas, optan a públicos muy similares; por eso rivalizan unas con otras en un mismo territorio, sin dejar oxígeno para muchas más. Entonces, ¿no es una idea disparatada lanzar una nueva precisamente ahora? Los creadores de Ello, la red social cool y ad-free que analizamos en este post, demuestran que no.
Aunque tengamos perfiles en varias plataformas, no podemos ofrecer la misma dedicación a todas ellas. Empleamos nuestro tiempo en las favoritas y nos olvidamos del resto. Para no perder su atractivo, una red social debe tener actividad e interacción de las personas. Si nos aburrimos hablando solos, la abandonaremos sin pestañear. Un buen ejemplo es la malograda Google+.
El negocio social media
Mantener el servicio de estas plataformas es muy caro. Hasta que se encontró la fórmula para monetizarlas, no había modo de rentabilizar esa inversión. Se intuía el inmenso valor de sus activos si cotizasen en bolsa, pero no se veía claro cómo sacarles partido sin deteriorar la experiencia de los usuarios. Primero se pensó en convertirlas en servicios de pago, pero esto habría ahuyentado a todo el mundo. ¿Cómo explotar esas bases de datos sin generar una estampida? El declive de Twitter es una buena lección para todas las plataformas a las que se les fue de las manos su modelo estratégico.
Monetizar los datos
de los usuarios
obliga a una
expansión sin freno.
Las redes sociales han convertido a sus feligreses en un producto mercantil. Facebook, junto a su filial Instagram, es la red social que mejor ha sabido hacerlo -de hecho, muchos usuarios todavía no se han dado cuenta-. El éxito de su estrategia se basa en su posición hegemónica. Solo la red social dominante puede vender el lote de la globalidad. Es frecuente escuchar quejas sobre Facebook desde dentro, sin embargo, permanecemos en ella a pesar de todo. Mientras nuestros amigos sigan activos ahí, no habrá un lugar alternativo. Al final, una sola red social acaba por acapararlo todo extensivamente y se convierte en el escenario inevitable donde estar y actuar, excluyendo al resto como plazas secundarias.

El origen de Ello
Ello germinó en repulsa a la comercialización de las personas como unidades de consumo entregadas a los anunciantes. En origen, era una red privada que inventaron un puñado de artistas y programadores de Denver para uso personal. Sus fundadores la idearon como un revulsivo contra el uso comercial de los datos de los usuarios y el declive de las redes sociales convencionales, que habían dejado de ser divertidas, sepultadas por anuncios y la presencia de las marcas.
Abrirla al resto del mundo fue posible gracias a nuevos inversores, que inyectaron más de 10 millones de dólares entre 2014 y 2015, y a que sus creadores se dieron cuenta de que podía cumplir una misión social. Su carácter romántico queda perfectamente reflejado en su manifiesto, toda una declaración de intenciones contra la especulación basada en datos personales y pautas de consumo.
¿Por qué es especial?
Desde el primer momento, salta a la vista que Ello no es una red social convencional. Ha sido definida por sus creadores como simple, bonita y libre de anuncios. Su sensibilidad estética y su filosofía activista marcan una enorme diferencia respecto al resto. Viene influenciada por una concepción artística de la comunicación, donde los posts parecen cuadros colgados en las paredes de una galería de arte.
Admite fotografías de formatos gigantescos y aunque ya tiene su app móvil, Ello está diseñada para la gran pantalla. Su interfaz es de una plasticidad experimental, donde la intuición importa menos que la curiosidad por manejarse. Es tan sintético y minimalista que obliga a probarlo todo para descubrir cómo funciona. Ello sigue en beta desde que abrió sus puertas y no ha dejado de incorporar nuevas prestaciones.
Ello apela al sentido común
y la responsabilidad
de cada usuario,
sin tutelas paternalistas.
El aspecto de la plataforma ya determina cómo utilizarla. Los usuarios advierten enseguida qué cosas están contraindicadas, sin que haya una batería de restricciones. Ello es un santuario para los creativos, como Vimeo respecto a YouTube, donde las normas de validación para todos los públicos resultan innecesarias.
Si cuelgas una foto de pezones al aire, nadie te la censurará. Tampoco te pondrá pegas si no usas tu nombre verdadero –cláusula que introdujo Facebook en su nueva normativa-. Su permisividad alcanza los contenidos porno. No se trata de simple libertinaje, sino de algo mucho más profundo. Ello apela al sentido común y la responsabilidad de cada usuario, sin tutelas paternalistas.
A grosso modo, Ello es una plataforma cuidadísima que hay que explorar y experimentar. Su simplicidad de lenguaje recuerda a los primeros tiempos de las redes sociales, a la ingenuidad y la confianza primigenia que permitía conectarnos con amigos y con desconocidos interesantes, antes de que se popularizaran y se desvirtuasen. Como comunidad, es un anacronismo. Da la impresión que Ello desee ser la alternativa a todas las cosas feas que han traído las redes sociales, pero llega demasiado tarde para corregir nada.

La renuncia a la publicidad
En la plataforma no hay anuncios, ni se comercializan los datos de los usuarios. La diferencia entre una red social libre y una red social vendida reside en su política comercial. Ello se acoge a una nueva modalidad empresarial de EEUU, una Public Benefit Corporation, una empresa con fines de lucro que se destina a la sociedad en su conjunto y no se focaliza únicamente en dar dividendos a sus inversores.
A Ello se le puede reprochar que le falta gancho. Es hermosa, pero no es adictiva. En ese sentido, carece del magnetismo de Pinterest y su pulsión por coleccionar imágenes sin fin. Esto puede verse como una desventaja, salvo que no haya necesidad de competir con las demás plataformas. Monetizar los datos de los usuarios obliga a las demás redes sociales a una expansión sin freno. Esa ambición obliga a gustar a todo el mundo, a ser indeterminadas, inofensivas y redondear su personalidad para facilitar una aceptación universal. Ello no ha sido diseñada para eso. No parece dispuesta a desvirtuarse a favor de la popularidad global.
Abierto a colaboraciones con los usuarios
Ello proyecta la ilusión de pertenecer a un club, un santuario que abre los brazos a los descontentos con las demás plataformas. Esto se traduce en la presunción de haber diseñado al fin la red social perfecta, algo del todo incierto. Ello escucha las aportaciones de sus usuarios, ofreciendo un sistema de diálogo y participación. Estar abierto a sus opiniones es la mejor manera de acertar en las mejoras que se desarrollen en el futuro, así como la vía más inmediata de enriquecerse con ideas nuevas y añadir el valor de las colaboraciones desinteresadas.
Ello no compite
por un mercado,
sino por una
experiencia colectiva.
De Ello, hay que destacar el directorio de comunidades, páginas con contenido específico (arquitectura, diseño, literatura, deporte, coches, etc.) que cualquiera puede proponer a la dirección de la plataforma. Los coordinadores supervisan su viabilidad y dan luz verde. Las comunidades son categorías temáticas cuya gestión es delegada en los propios usuarios. Tienen un moderador a su cargo, con un perfil especial, desde el que administra el contenido. Nosotros tenemos el honor de experimentar esa faceta fascinante: mi compañero Gonzalo Cervelló es el responsable de la comunidad @ellowebdesign.

¿Me la recomiendas?
Antes de sugerirte que abras cuenta en Ello hay que preguntarse cuál es tu relación actual con otras redes sociales. Muchas personas lo harán por curiosidad, o por deseo de estar a la última y probarlo todo, pero posiblemente no logre engancharlas a la primera y desistan pronto.
En ese inmenso museo blanco donde colgar tus colecciones personales, no es raro que, desde el primer momento, personas desconocidas se interesen por lo que haces. Los usuarios son sociables y hospitalarios, manteniendo una buena predisposición generalizada. Por ahora, es un paraíso amable exento de vulgaridad. Además, Ello también es una buena fuente de documentación creativa, donde abundan las recomendaciones de trabajos fascinantes. El intercambio de información aporta utilidad a tener presencia allí.
Ello no compite por un mercado, sino por una experiencia colectiva. Da la impresión que siempre será minoritaria. Hay un grueso estrato social que jamás se interesará por ella. Eso, lejos de desmerecer su valor, mantendrá su integridad a salvo durante más tiempo. Cuando estés harto de las redes sociales, este puede ser tu remanso de paz, tu refugio zen donde desintoxicarse de las conversaciones banales, la gente que grita y el ruido de la desinformación.
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Si te animas a estar en Ello, puedes seguirnos en @emilioferrer y @gcervello.